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domingo, 26 de mayo de 2013

Fantasmas

"La línea entre ser bueno y ser idiota apenas existe. Y yo no sé en qué lado estoy"

Ahí está, otra vez, como una herida tratando de cicatrizar a la que se lo impiden constantemente. Como se de la misma pesadilla se tratase noche tras noche, y cuando crees que te ha dejado empezar a soñar, volviese de nuevo con fuerza.
¿Se irán alguna vez estos fantasmas del pasado? ¿Aprenderán a vivir según las leyes naturales de la vida? ¿A dejar marchar lo que se debe y a saber luchar por lo que se necesita? Y lo que es más importante, ¿aprenderán a diferenciarlo?
La herida está abierta y sigue sangrando. Las pesadillas siguen impidiendo soñar. Y los fantasmas son las pesadillas que no nos dejan cicatrizar.
Puede que algún día esos fantasmas sepan donde está su lugar. Puede que se den cuenta de que tienen que desaparecer porque tuvieron su momento y ya no es este. Puede que algún día simplemente se den cuenta y lo dejen estar.
Será entonces cuando por fin las heridas logren cicatrizar. Cuando las pesadillas den paso a los sueños. Cuando las cosas vuelvan a su lugar, a donde deben estar ahora.
Porque el ahora es lo que importa.


lunes, 7 de enero de 2013

On fire

Nos vemos dominados por nuestros impulsos involuntarios, nos controlan, y uno de ellos es evitar el fuego, porque como humanos, nos quemamos si lo tocamos. Cuando somos pequeños oímos decir que no debemos jugar con fuego. Quien juega con fuego se acaba quemando. Todo el mundo lo sabe.
Y sin embargo, siempre entramos en el juego. Siempre pensamos que podemos mantenernos lejos de las llamas y no salir heridos. Hacemos malabares y nos salvamos por los pelos. Se nos prenden las ropas pero nos sacudimos y apagamos las llamas a tiempo. En ocasiones dejamos que otros se quemen en nuestro lugar para salvarnos y al final nos duele más que una quemadura. Intentamos por todos los medios salvarnos, pero al final nos quemamos. 
Y a pesar de ello volvemos a jugar. ¿Por qué? Porque nos gusta el juego. Somos adictos a él, rayando en la ludopatía. Porque la vida misma es un juego constante en el que cuando pensamos que ya no podemos ganar nada nos podemos sorprender. Nunca hay un ganador absoluto, al igual que nunca hay un perdedor absoluto. El que se rinde, aquel que no se quema nunca, es el mayor perdedor. Para ganar algo hay que lanzarse, arriesgarse, hay que quemarse.
No podemos escapar de las llamas. Muchas veces nos consumen poco a poco cada vez que apostamos en nuestra jugada. Otras veces nos dan ese calor que necesitábamos tanto y que no éramos conscientes de esa necesidad. Y otras veces son las que nos dan esperanza y fuerza para seguir. 
Hay gente que dice que el odio quema, que el dolor arde y que el amor es fuego. La vida es fuego. Por eso para vivir hay que quemarse.